Al final se ha producido la imputación de la Infanta Cristina, aunque se había dicho desde un principio que no iba a ser imputada, finalmente el juez lo ha hecho. Da la impresión de haberlo hecho cuando no quedaba más remedio y era imposible mirar para otro lado, o quizás sólo acumuló indicios para poder decir que no podía mirar para otro lado y evitar represalias; no debe ser fácil imputar a un miembro de la Casa Real, aunque estemos en democracia. La verdad es que la gente de la calle ya empezaba a estar molesta por la tardanza.
La Familia Real ha recibido con sorpresa la imputación, hay que reconocer que ya no se esperaba, todos pensábamos que el juez iba a mirar para otro lado y no se metería en líos, pero supongo que el peso de los indicios habrá roto la estantería y no quedó otra. Finalmente la táctica de que Urdangarín cargara con todo y la cosa no pasara de ahí ha fracasado. ¿Servirá Cristina de cortafuegos? ¿Seguirán cayendo las piezas del ajedrez?
Algunos están escandalizados por el recurso del Fiscal General del Estado, pero olvidan que la figura del Rey es parte de Estado y una hija es un hija, ¿quién no la defendería a capa y espada?.
Veremos en que acaba todo, la ciudadanía en general espera que Urdangarín acabe con sus huesos en la cárcel. Yo no soy tan cruel, me conformo con que lo encierren enterito, no hace falta que lo deshuesen antes.
De momento las malas lenguas dicen que la Infanta Elena roja de envidia por al atención que acapara su hermana, ha pedido ser imputada también.
Pero vayamos al grano, la soberbia es un mal pecado y si el señor Urdangarín hubiera tenido un poco de seso, habría pactado con su socio para no echarse la mierda el uno al otro, ya conocéis el dilema del prisionero, la solución óptima realista para ambos es que se cubran, y la peor para ambos que se echen la mierda encima el uno del otro; porque la óptima no realista sería que uno se calle y cargue con todo mientras el otro se va de rositas, de verdad Urdangarín esperaba eso de su socio. Entre pillos anda el juego.
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