Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis realizaron un programa de falsificación de libras para desestabilizar la economía inglesa. Este proyecto fue realizado por las SS. La idea partió de Reinhard Heydrich, el cerebro de Himmler, y se reclutó a judíos de campos de exterminio para la tarea, la mayoría se Sachsenhausen. Estos recibían como cobro el continuar con vida y comodidades no disponibles para el resto de los internados. Muy inteligentemente colaboraron con el plan pero procuraban que no avanzara demasiado rápido, hacían los progresos justos para mantener contentos a sus jefes pero procuraron que el programa no tuviera demasiado éxito y dejaran de ser necesarios.
Originalmente se denominó “Operación Andreas” por la cruz de San Andrés de la bandera británica, pero en 1942 tras la muerte de Heydrich se cambió a “Operación Bernhard” por el comandante Bernhard Krüger que dirigía la operación.
Primero se barajó la idea de lanzarlos en grandes cantidades sobre Inglaterra pero Heydrich prefirió introducirlos en el mercado de divisas internacional. Se calcula que se falsificaron 9 millones de billetes por un valor de 135 millones de libras de la época.
Los alemanes nunca produjeron suficiente moneda para hundir la economía británica pero sí la suficiente cantidad para que éstos se dieran cuenta que algo estaba pasando y empezaran a preocuparse. Aunque detectaron la falsificación no se atrevieron a retirar los billetes de circulación, hubiera sido un descrédito y hubiera creado desconfianza en la moneda británica, ayer y hoy el sector financiero es confianza. Sabían del plan por sus espías desde 1939 y en 1943 un banco en Tánger detectó un billete falso, pero hasta el final de la guerra no descubrieron el alcance de la falsificación.
Los alemanes usaron este dinero para pagar a sus agentes y espías en territorio aliado, y también y esto es una historia bastante curiosa, usaron estos billetes para comprar a los partisanos yugoslavos las armas que los aliados les lanzaban. Las SS tenían escasez de armamento puesto que el ejército regular los consideraba unos competidores peligrosos y les suministraba la menor cantidad de armamento posible. Entre los destinatarios de este dinero estuvo el célebre espía Elyesa Bazna “Cicerón”, que llegó a reclamar judicialmente el dinero al gobierno alemán después de la guerra sin mucho éxito.
Se falsificaban billetes de 5, 10, 20 y 50 libras y tenían 5 niveles de calidad según el acabado que conseguían. Los de nivel 1, los mejores, se empleaban en Inglaterra y Suiza, los de nivel 2 se emplearon para los espías, incluso como pago. El nivel 3 para operaciones de sabotaje en África, el nivel 4 se lanzaban sobre Inglaterra y finalmente los de nivel 5 se desechaban. Los de nivel 1 llegaron a pasar los controles del Banco de Inglaterra.
Finalmente la operación llegó a su fin con la guerra, siendo el último episodio un infructuoso intento de falsificar dólares americanos (el billete de 100), saboteado por los falsificadores judíos que empleaban en el trabajo. Cuenta la leyenda que el dinero sobrante, las planchas y otro material utilizado acabaron en el fondo de un lago de Austria, el Toplitz. Según algunas historias los lugareños y soldados americanos recuperaron el dinero, según otras, parte del dinero sigue allí.
Bernhard Krüger salió absuelto de Nüremberg, sus trabajadores declararon que les salvó la vida. Las últimas órdenes al cancelar la operación fueron eliminar a los participantes, pero Krüger no fue muy “diligente” en cumplir las órdenes por lo que los falsificadores se salvaron. Acabó trabajando como falsificador para el servicio secreto francés.
Los americanos pensaron en juzgar a los participantes alemanes por delito de falsificación, pero los ingleses presionaron para que se olvidara el asunto. No querían dar publicidad al hecho de millones de libras falsas circulando por medio mundo y ellos habían falsificado las cartillas de racionamiento alemanas para sabotear su economía, por coherencia olvidaron el tema.