La Segunda Guerra Anglo-Bóer (1899-1902) fue un conflicto sangriento que enfrentó al Imperio Británico contra las repúblicas bóer de Transvaal y Estado Libre de Orange. Más allá de las batallas campales, la guerra se caracterizó por una brutal táctica británica: la creación de campos de concentración.
En estos campos se concentraron a civiles, mayoritariamente mujeres y niños para apartarlos de las zonas de combate y que no sirvieran de apoyo a la guerra de guerrillas, sus granjas fueron arrasadas y los civiles internados en estos campos. Los prisioneros de guerra fueron enviados a campos fuera de Sudáfrica.
Pero con la masificación y la escasez de comida y medicamentos se convirtieron en campos de muerte. Se calcula que hubo unos 30.000 (un 80% niños) muertos entre unos 46 campos y otros 20.000 muertos en los 66 campos para negros (se hicieron campos específicos para mantener la segregación y que no se mezclaran).
No se llevaron registros por lo que no se sabe el porcentaje de mortalidad pero se estima entre un 10-20%.
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